La mitología Griega forma parte ineludible de nuestro inconsciente colectivo. Pero nuestro colectivo navega hoy día por aguas muy alejadas de su inconsciente.

El temor a lo inconsciente está claramente reflejado en la obra de Freud, quien temía a las fuerzas que se ocultaban en el Ello. Pero este temor se remonta mucho más atrás, y está relacionado con la cantidad de engaño que queremos proteger de la Verdad.

Modernamente, quizá influenciados por el pensamiento freudiano, se ha psicoanalizado el mito, convirtiendo esto, inadvertidamente, en una forma de conjurar sus efectos. Esta perspectiva psicológica quizá haya podido obstaculizar la labor de quienes aún poseen un contacto virgen con sus intimidades y subyacencias.

Es un misterio el origen de la fuerza que nos impulsa a refugiarnos en la apariencia pero, una vez agazapados en ese cubículo, cualquier rayo de luz podría ser contemplado como una amenaza. Una amenaza, ante la cual, nos arrojamos inmediatamente al barrizal del victimismo, desde donde pretendemos justificar nuestra perdida inocencia.

Esta fuerza dañina, que nos obliga a lanzarnos a la superficialidad, ha sido reconocida en casi todas las culturas, representándosela en muchos casos con la imagen del  diablo.

Actualmente, empujados por una fervorosa corriente literalista, este mito ha sido desechado por el sistema social, llevándonos a concluir que el diablo ya no existe.

No obstante, dado que esa fuerza sigue activa, aún existen muchas otras formas desde donde se puede encarar este tema. Y muchos son los que todavía se  atreven a señalar hacia ese poder inexpresable y envolvente.

Los antiguos griegos se ocuparon de estos asuntos, cultivando herméticamente su sabiduría más preciosa. Cultivaron la sabiduría de eliminar los obstáculos de engaño, de donde surgen esos temores que impiden la adecuada recepción de la luz de la Verdad.

La mitología griega (que bien supo señalar, lúdicamente, los más profundos procesos de la psique) evoca a Perséfone, la hija de la Diosa Deméter. Ésta fue llevada a las interioridades de la Tierra por los designios de Hades, el Dios de las Profundidades de Ultratumba.

Atraído por su belleza, Hades quiso raptarla, robándosela a la vida, robándosela a su madre, la Diosa de la Tierra. Para ello contó con el beneplácito de su hermano, Zeus, el Dios de los Dioses, quien se la entregó, de la siguiente forma:

Perséfone, se encontraba recogiendo flores silvestres, en los campos de Nisa, en la antigua Grecia. Allí brotó un formidable narciso, (creado intencionadamente por Zeus) cuya belleza la hechizó y la atrajo. Cuando se disponía a apoderarse de la flor, el suelo se abrió, y Hades, el Soberano, conduciendo su carruaje de oro, surgió de las entrañas de la Tierra y la arrebató a su madre. Para zambullirse en los abismos y llevar a Perséfone a su reino. Allí la proclamó su esposa.

Deméter, la hija de Rea, la Primigenia, desesperada por la pérdida de su hija, e informada por Helios, el dios Sol, de lo sucedido. Tras saber de la implicación de Zeus en este rapto, se enfrentó a los dioses del Olimpo. La vida en la Tierra dejó de ser fértil. Los seres no nacerían, las semillas no eclosionarían.

El mensaje quedó claro, la vida en la Tierra se extinguiría, y ya nadie podría hacer ofrendas a los dioses, si su hija no era devuelta. Zeus intervino y convenció a Hades, para que devolviera a Perséfone, cuando el mundo, ya estéril, se enfrentaba a la desolación y la muerte. Hades, ante la gravedad de estas circunstancias, cedió y permitió que su esposa volviese a ver a su madre, llevándose con ella a su hijo recién nacido. Cuando Perséfone volvió, los campos florecieron y la vida brotó abundantemente. Grande fue la alegría de Deméter.

Para conmemorar estos mitos, se levantó el templo de Eleusis y se instauraron los Misterios Eleusinos, en el 1600 antes de Cristo.

Cuentan que, en aquellas profundidades, Perséfone viajó por el mundo de los muertos, y probó su dulce fruto, expresado en un grano de granada, que Hades le rogó que tomara. Tras la contemplación de aquellas agonías, que sucedían en los ocultos abismos de El Hades, protegida por su esposo, ella adquirió la madurez que le permitió alcanzar una enorme sabiduría.

Esta sabiduría fue evocada en los Misterios de Eleusis, por medio de secretos rituales, prohibidos para profanos, que fueron la cuna de la grandiosa cultura griega.

Al observar detenidamente estos mitos antiguos, se descubre que sus historias están fecundadas por la sabiduría. También se intuye que su contenido sutil, se perdería, desvirtuado ante cualquier  conceptualización mundana, si se ofreciese planamente.

La mitología sabe proteger sus secretos ante la mirada de aquellos que, debido a la constante huida de su propio interior, carecen del reposo y el coraje requeridos para contemplar lo señalado. Quizá por esta razón la mitología fue tan prolíficamente utilizada en las culturas sabias antiguas. Aquellas que conocían bien aquello que ahora desconocemos.

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Marsias Yana