Indignación
Pregunta:
-Después de madurar algunas de las reflexiones planteadas en este texto, es casi inevitable sentir una gran indignación.
La visión de tanta injusticia me provoca indignación. Y siento que esta indignación es inevitable, cuando se observa el enorme engaño que nos cubre. Por esto, cuando en el texto se dice que esta indignación está teñida por el engaño personal, me deja confuso.
¿Cómo es posible, que una emoción tan legítima y natural (la indignación ante la injusticia), pueda ser un engaño? ¿Es acaso la pasividad ante la injusticia una opción? ¿Qué deberíamos hacer con este enfado?
Respuesta:
-Ese enfado es comprensible. Pero, antes de dejarnos llevar por esos impulsos, deberíamos comprender cuál es nuestra verdadera posición interna.
Para ello tendríamos que percibir la existencia de un tipo de engaño, que nos subyace y que forma parte intrínseca de nuestra personalidad.
La percepción de este engaño no es fácilmente accesible desde la actividad cotidiana, pero sí lo es desde una serena y sincera mirada interior.
Aquellos que (tras haber cultivado en su interior el calor y el coraje suficientes) han desafiado las inercias evasivas de esta envolvente actitud (pueril), se deberán enfrentar a ese engaño y renunciar a sus aparentes beneficios.
Tengamos en cuenta que nuestra relación con la mentira fue inicialmente lúdica, con la pretensión de vivir una ficción generada por nuestro imaginario. Este imaginario, capaz de crear ficticios escenarios, es claramente detectable en la infancia. Esto es algo aceptable y benigno (dentro de esos márgenes), ya que permite la recreación y elaboración simbólica de todo aquello que necesita madurar. El problema surge cuando el adulto, al no haber asumido el drama de la pérdida (implícito en toda existencia humana), pretende eludirlo con este mecanismo. Un mecanismo que tuvo sentido en la infancia, pero que se pervirtió al ser utilizado como recurso evasivo de lo temido.
Esta actitud, iniciada inocentemente en la infancia, se degenera en la adultez, al priorizar lo imaginario sobre la realidad y cubriendo con inconsciencia la naturaleza irreal de esa creación ilusoria.
Cuando las mentiras abandonan el espacio de lo lúdico y pretenden ocupar el lugar de la realidad, se genera una complicidad con el engaño. Un engaño que se pretende vivir como si fuese lúdico. Este error nos obliga a vivir con dramático realismo su naturaleza ilusoria, mientras somos arrastrados al exilio de una orfandad existencial.
Debido a esto, hemos consagrado el entretenimiento. Esto nos hace caminar por la existencia como si se tratase de un fantasioso parque lleno de innumerables experiencias, con las que pretendemos evadir nuestros urgentes reclamos internos.
Estamos encerrados en una compleja maraña, que nos empeñamos en negar, proyectándola en la adversidad. (A esta maraña, en oriente se le llama samsara, o encierro cíclico sufriente, y se le ha dedicado mucha atención.)
Sólo si comprendemos realmente cuál es nuestra situación existencial frente a la vida, al amor, al dolor, a la pérdida, a la vejez, a la enfermedad, a la muerte…, podremos tener la suficiente determinación para realizar la labor que nos corresponde.
Enaltecidos por nuestros logros externos, al no prestar atención al juego literalista de las apariencias, caemos fácilmente en la tentación de firmar pactos, sin leer la letra pequeña (lo subyacente). De esta forma corremos el riesgo de que se aprueben hábiles medidas de mejora que, para nuestra seguridad, nos obliguen a mostrar nuestra intimidad, sometiéndola.
Es absurdo pretender vivir en una utopía evasiva, mientras transitamos por una evanescente existencia, dotados de un inmenso sentir. Un sentir que gradualmente es despreciado, negado y suplantado, por el ansia de la expectativa constante, mientras incubamos un profundo drama existencial.
Hasta que este drama no sea debidamente atendido, el sosiego que encontremos estará teñido de engaño, y este engaño estará cubierto de inconsciencia.
Sólo en la medida en que vayamos comprendiendo la magnitud del engaño, iremos encontrando las preguntas que trazarán la ruta para salir de la prisión de las apariencias.
Será entonces cuando nuestra respuesta, ante tanta injusticia, será verdaderamente eficaz y firme.
.
Marsias Yana