Evocación marca el inicio de una nueva etapa, en la que el autor, recurriendo a la narración novelada de algunos hechos sucedidos, se acerca al lector utilizando un terreno cercano, el de los recuerdos.
No obstante, este recurso es sólo el trampolín que emplea para sumergirse en lo arcaico, exponiendo una temeridad que quizá podría sorprender a lectores desentrenados en estas acometidas.
En Evocación, vuelve a hablarnos de una gnosis primigenia (antes de que ésta se corrompiese por la egolatría de sus emuladores), pero esta vez lo hace en las palabras de Roger, un viejo amigo de la juventud, practicante de un gnosticismo originario.
Roger vive retirado del mundo, refugiado en la naturaleza árida, junto al mar, y visitado por sus amigos, que forman parte de una orden fundada por él: Los Caballeros de la Gnosis Ortodoxa Occidental.
Hasta ese lugar se acerca el autor, invitado por Roger. Allí pasa unos días, en los que ambos rememoran sus viajes y aventuras, intercaladas con sus reflexiones personales.
También participan en el diálogo otros residentes del centro, que se sienten atraídos por el contenido de sus conversaciones, en las que poco a poco se va perfilando la mentalidad de Roger.
Roger, nacido en Francia, se siente heredero de la extinguida cultura gnóstica que representaron los antiguos Cátaros. Su apellido, Esclarmonde, proviene de un antepasado suyo, la duquesa de Foix, quien recibió la Haereticatio (ordenación heresiarca) de manos del patriarca, Guilhabert de Castres. La duquesa Esclarmonde, fue también la dueña del emblemático castillo de Montsegur. Sobre ella se fue tejiendo una leyenda épica que fue expandida por los juglares de la época.
El encuentro entre ambos muestra las diferencias de dos trayectorias semejantes. Unas diferencias que el autor aprovecha, para precisar el contenido de ciertos matices, que pasarían desapercibidos conversando desde posiciones más distantes.
Roger plantea una militancia y un posicionamiento firme frente a la densa inercia literalista que abruma a la pureza del ser. El autor, mostrando su admiración por esta actitud, advierte del gran riesgo que supondría la ideologización de esa posición, capaz de servir de excusa para eludir las hondas batallas que sólo puede hacer cada individuo, en soledad.
Este diálogo nos permite penetrar en una refinada discriminación de los aspectos profundos de la introspección intuitiva.
“Lo latente es potencial y lo potencial permanece a la espera, hasta que las condiciones le sean propicias.
Al igual que la tierra espera durante el invierno, para desplegar su frondosidad, nuestro interior hiberna en la oscuridad, hasta que el calor del sol de la conciencia pueda ser percibido.
El frío del invierno templará el carácter y fortalecerá la voluntad. Sólo entonces se desplegarán las potencialidades.
Antes de la eclosión la semilla debe sentir el calor del sol que le anuncia el tiempo de su emerger, mientras yace oculta en el vientre de la Tierra. De igual forma, las conciencias que han de fructificar deberán antes sentir los rayos de la inspiración.”
