La Sabiduría
El contenido de la palabra sabiduría se ha ido desfigurando con el paso de los años, tras la obstrucción provocada por la actual deriva materialista y la priorización de la apariencia sobre la esencia.
El significado de la sabiduría aparece hoy deformado, ante quienes han olvidado sus interioridades y sus orígenes. Desde esta alienación, se pretende creer en todo aquello que es necesario creer, para sostener lo inverosímil.
Los resabios y las astucias, dado que facilitan una mejor ventaja para alcanzar los deseos perseguidos, han suplantado a la sabiduría.
La necedad tiende a fijar la atención en las apariencias, sobre las que se proyecta la imaginación. Esta proyección, provoca un tipo de ensoñación que impide cualquier mirada indagativa.
La sabiduría, en cambio, sabe eludir ese hechizo de lo aparente y desmantelar, hasta su esencia, las escenificaciones externas que engañan al incauto.
Mientras el engaño de lo aparente entreteje imaginarios universos conceptuales, la sabiduría incide en lo sutil, en lo subyacente, en la esencia…, poniendo en evidencia al engaño y al engañador.
Este engaño suele ser apetecible, para aquellos que pretenden poseer o rechazar las alucinaciones que las apariencias les provocan. Ignoran de esta forma la maraña emocional que se va generando en sí mismos. Una maraña que acaba sometiendo el discernimiento y, como consecuencia, la libertad.
Sin reposo y sabiduría, cuando la maraña emocional se encauza (por codicia) hacia una sociedad productiva, el ciudadano suele quedar indefenso. Siendo entonces fácilmente arrastrado por la locuacidad de mentes astutas, con suficiente información prestada y un ágil entrenamiento mercantil.
Desde esta indefensión, el individuo se enfrenta, a solas (y desenraizado), con sofisticadas armas manipuladoras de opinión. Sometido por esta ingeniería social, el ciudadano cree en aquello que se presenta para ser creído. En esta posición, se le permite el acceso a un catálogo de creencias limitado, fundamentándose así las bases de una libertad diseñada.
Este catálogo ideológico facilita el enfrentamiento continuo entre los ciudadanos, provocando una fractura social que impide la cohesión que requiere cualquier subversión global.
De esta forma se sostiene una jerárquica pirámide depredativa funcional. Esta jerarquía, financiera, permite el desarrollo de grandes organismos (económicos, mediáticos y políticos), especializados en modelar la mente humana y ajustarla a sus objetivos finales.
Pero, obviamente, el uso del intelecto para estos fines no puede ser considerado sabiduría. Aunque la astucia haya suplantado a la sabiduría, no podemos confundir su naturaleza.
Cuando la conciencia ignora lo más básico (el sentir y el existir), se provoca una sensación de carencia que pretende ser satisfecha con el deseo. Mientras la sabiduría nos lleva al conocimiento de la existencia, la astucia nos empuja hacia la persecución del deseo, siempre situado más allá del presente.
La sabiduría no es un cúmulo de informaciones, inteligentemente hilvanadas, sino el fruto de una actitud. Esta actitud determina una posición frente al hecho esencial de la conciencia. El logro de esta actitud sólo puede ser cultivado eligiendo una ruta interna noble, acompañada con actos coherentes.
Sólo teniendo una actitud inicial correcta, se puede vislumbrar la inmensa ruta de la sabiduría, tal como la defendieron nuestros ancestrales héroes y sabios.
Siguiendo este planteamiento, observamos cómo se abren a la conciencia dos rutas opuestas: la ilimitada ruta de la sabiduría y la ruta de la necedad (también ilimitada).
La Sabiduría ha sido venerada, en todas las tradiciones solares*, desde la antigüedad. A partir de esto, históricamente se han cultivado enormes estructuras espirituales o filosóficas, conducentes a rescatar a aquellos que carecen de herramientas adecuadas y de actitudes correctas, para poder salir del pantano de la necedad. Únicamente con las actitudes correctas y las herramientas adecuadas, puede el hombre defenderse de las enormes inercias evasivas, acumuladas.
Esta evasión, alimentada por quienes se temen a sí mismos, ha marcado una trayectoria acobardada, nefasta, que deberá ser resuelta con sinceridad y coraje.
Es esta Virtud (la Sabiduría), lo que realmente interesó a nuestros sabios. Sobre ello se construyó lo grandioso, y se percibió y protegió lo sublime.
Únicamente cuando las condiciones se dan, surge en la conciencia el acceso a una sabiduría trascendente.
Sólo aquellos que, siendo conscientes del sufrimiento que les subyace, hayan optado por querer conocer sus causas, se verán obligados a educar sus mentes.
*Entendemos por tradiciones solares, aquellas prácticas espirituales tendentes hacia el despertar de la conciencia. Diferenciándolas de quellas otras, que ofrecen una emulación conceptual de lo aprendido.
Esta emulación es sostenida con las mismas plantillas esclavizadoras, de victimismo, culpa y miedo, que determinan la vigilia mundana.
Marsias Yana