Diablos y Víctimas
Hace algunos años, tuve la oportunidad de contactar, por motivos profesionales, con un sector social marginal, cercano a la delincuencia. Conversando con alguno de ellos, pronto me di cuenta de que la crueldad, a la que podían llegar en sus actos, estaba respaldada con una particular forma de ver la vida. Esa perspectiva era lo que, de alguna forma, justificaba su comportamiento.
Para ellos, por un lado, la mayoría de la gente era estúpida, hipócrita y acobardada, y por otro, se vivían a sí mismos victimizadamente. Es decir, su actitud estaba justificada por las innumerables injusticias (de la sociedad, de sus padres, de sus jefes, de sus parejas, de sus hijos…), que esta vida les había infringido.
Pronto observé que esa victimización era lo que justificaba su violencia hacia todo lo que se oponía a sus deseos. Esa crueldad (que también le daba el poder) era justificada por un resentimiento hacia la vida. Vi entonces un cierto paralelismo entre esta plantilla de comportamiento y la imagen arquetípica del diablo, tal como es representado en nuestras tradiciones: Victimizado (frente a las injusticias de Dios), seductor y astuto (en su trato con los hombres) y cruel (para conseguir sus objetivos).
Después comprendí que esas pautas eran una plantilla muy generalizada en el comportamiento actual. Un patrón que se activan cuando las condiciones externas e internas se reúnen. Pronto comencé a reflexionar sobre la posibilidad de que este resorte formase parte de mí, algo que en aquel momento me inquieto mucho.
Hace unos años, conocí a Roger, con quien conversé sobre este tema. Cuando, algún tiempo después, leí la transcripción que Marsias había hecho de nuestra conversación (en su libro Evocación). Me sorprendí, y pude reflexionar más profundamente sobre lo que allí se habló. Por esta razón, y queriendo que otros puedan también iniciarse en estas reflexiones, añado algunas frases de este texto, confiando en que encontrará lectores adecuados.
“Al victimizarnos bloqueamos nuestra observación objetiva y nos refugiamos en la inconsciencia, desde donde actuamos ignorantemente. Al temer al devenir y actuar reactivamente, desde el automatismo y la inconsciencia, estamos rechazando al poder que determina ese devenir, al que acusamos de cruel, cuando obstaculiza nuestros planes.
Tradicionalmente se considera que el devenir, al formar parte de la inmensidad de esta vida, forma parte también de Lo Divino, y contiene sus atributos. Algo que, incluso simbólicamente, es aceptable.
Si lo observas de esta forma, reflexiona y dime: ¿Cuántos de nuestros actos no son sino un enfrentamiento contra Lo Divino?
Hasta que el presente, no sea atendido con una actitud adecuada, dotada de la suficiente valentía y sinceridad, no se desvelará el engaño profundo que se esconde tras nuestro temor a la eternidad.
Ese victimismo que nos envuelve, puede que sólo sea la sombra del engaño que sostiene nuestra gran mentira.
-Existe una guerra, entre la visión serena de la esencia y la visión agitada de las apariencias, que debe ser observada desde una relajación atenta.
-Existe un gran engaño subyacente, que debe ser desenmascarado por la conciencia.
-Existe una gravitación natural hacia la Plenitud, que debe ser respetada y obedecida.”