Quienes se han permitido la espaciosidad interna suficiente, pueden claramente percibir el deterioro que sufre la condición humana. En este deterioro vemos cómo se van desvaneciendo los valores que han sostenido la dignidad humana.

La nobleza, la sinceridad, el honor, el coraje, la humildad, el altruismo, la virilidad,  la feminidad, la sabiduría, la generosidad, la compasión, el amor, el intelecto, la lógica, la devoción por lo sublime…, hoy día, son  términos sin contenido.

Por otro lado, la codicia, la hipocresía, la cobardía, la humillación, el egoísmo, la ambigüedad, la astucia, el temor, el rechazo, el deseo, la mente emocional, la ideologización, el buenismo, el beneficio…, han suplantado lo que nos es legítimo, transformando (con el engaño y la expectativa) la verdadera naturaleza del ser humano.

Este proceso, aun siendo solapado, genera un gran sufrimiento en el interior de cada individuo. Esto provoca la huida de su interior, lo que le obliga a una evasión constante (produciendo o consumiendo) a costa de su libertad y su espontaneidad.

Quienes son conscientes de este dramático escenario se levantan para hacer oír su voz y para recordar lo que pretende ser olvidado.

En esta sección se suman las evidencias de este proceso degradativo, con la esperanza de encontrar a quienes quieran luchar por recuperar la genuina naturaleza de sus orígenes.