El Sordo y el Bailarín
Ríe el sordo
Viendo al bailarín bailar
Creyéndole en la locura
Mientras el sonido de las notas
Enloquece al bailarín
Embriagándole de cordura
.
Siempre ha habido quienes, dotados del suficiente coraje, han tenido acceso a percibir la esencia de los fenómenos y de su entorno.
También ha habido quienes, incapaces de reivindicar su propio ser, han elegido la ruta de las apariencias, refugiándose en la complicidad y el literalismo de quieres eligieron su misma ruta y descuidaron su esencia.
Esta situación recuerda a la de aquel sordo que, al observar a un bailarín interpretando una sinfonía sublime (que él no podía oír), comenzó a dudar de la cordura de ese bailarín, despreciándolo como a un loco.
Semejantemente, los literalistas, ciegos ante lo subyacente, desprecian la hondura de aquella sabiduría, que es imperceptible para quienes han traicionado sus fidelidades internas.
Hoy en día, tras un largo proceso de deterioro de esta fidelidad, el literalismo alcanza cimas que eran inimaginables hace unos pocos años, asemejándonos, como cultura, al sordo mencionado.
Situados en esa sordera, se nos hace inaccesible la verdadera esencia del ser humano. Desde ahí, la melodía interna se pierde en las laberínticas oquedades de una mente ensordecida y atareada con banalidades e infantilismos.
Quienes escucha las sutilezas de su sentir, dejándose llevar por el ritmo glorioso de sus notas, se adentran en espacios inexpresables, guardando para sí la hondura de su secreto. Poco les inquietará la burla de los sordos.
Mientras, estos últimos, arropados por sus iguales, se marchitan con el paso de los años. Ofuscados por su victimizada indignación y su orgullo, se enfrentan a la más desoladora de las soledades, encondidos en la inconsciencia.
Marsias Yana
Extraído del libro “Huyendo del Origen”