La generosidad es la capacidad de renunciar a aquello a lo que estamos agarrados.

La generosidad es, por tanto, la capacidad de aflojar los apegos, soltarlos y entregarlos, habiendo sido conscientes de que nunca nos pertenecieron, ni nos pertenecerán, dada la transitoriedad que afecta a toda forma (incluida la nuestra).

Desde una adecuada reflexión, podríamos comprender que todo miedo surge del temor a perder algo que creemos que nos pertenece.

Imaginar como imprescindible aquello que hemos valorado como una necesidad, debería ser reconsiderado, ya que los deseos, en mentes caprichosas, suelen convertirse en necesidades.

El ejemplo que ilustraría la importancia de esta cualidad se da en el de una trampa para monos:

 En este tipo de trampa, el mono, tras haber metido su mano en una estrecha jaula para coger una manzana, pretende sacarla por la ranura por donde introdujo la mano. Algo totalmente imposible, ya que esa jaula es una trampa para cazar a los monos que, debido a su ignorancia, no se percatan que solo podrán recuperar la libertad soltando la manzana. Sólo así podrían sacar la mano, por la angosta apertura de la jaula y librarse de los cazadores.

La generosidad genuina es el primer inicio de la sabiduría, ya que provocará el movimiento interno que permitirá soltar aquello a lo que estamos aferrados. 

Es la reflexión profunda lo que permite madurar las obviedades. Sólo entonces se descubre que es el aferramiento, a lo poseído, lo que genera la sensación de necesidad. Con esta comprensión, la conciencia comienza a aflojar sus agarres y recuperar la libertad.

Nuestro estilo de vida actual ha generado, en las últimas décadas, un notable incremento de necesidades. Pero, deberíamos valorar el hecho de que cada una de ellas da cobijo a un miedo, actual o potencial.

Por otro lado, no podemos ignorar que estamos envueltos en un continuo incremento social de temores y de deseos (algo habitual en un sistema depredativo).

En este sistema se requiere la máxima energía de los demás, utilizando todos los medios imaginables.

Hay temores que nos subyacen, permaneciendo ocultos en el inconsciente, mientras determinan nuestras acciones, nuestras conversaciones y la dirección de nuestros pensamientos.

Bajo esta perturbación, nuestra atención se dirige un complejo sistema defensivo, que nos protege del temor que nos subyace.

Pero, no podemos ignorar que este sistema requiere de nuestro tiempo y energía.

Desde esta frágil posición, sería ridículo plantear cualquier obviedad trascendente, dado que el individuo carece de interés por exponerse a las realidades más obvias de su existencia.

En esta situación es difícil aceptar la obviedad de que todo aquello que se considera necesario será destruido por el tiempo. La visión de esta transitoriedad aumentaría la ansiedad y pondría en peligro la auto creada imagen del sí mismo.

Es imposible acceder, desde esta posición, a la aceptación de la cualidad evanescente de todo aquello que se ama. Se requiere antes un cambio esencial en la actitud existencial. Sin esta actitud, sería ridículo plantearse el acceso a una verdadera introspección.

Por estas razones, siempre se ha sabido que, quien quiera iniciarse en la sabiduría, deberá antes empezar a cultivar la virtud de la generosidad.

.

Marsias Yana

Extraído del libro “Introspección”