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La Atención

Una incontinencia conceptual (intromisiva), ha permitido el desarrollo de hábitos que (al ser perniciosos) obstaculizan el desarrollo natural de la persona.

La habituación a esta incontinencia ha entumecido la atención. Esto llega hasta tal punto que (carente de la suficiente concentración) la conciencia acaba precipitándose hacia barrizales emuladores, de difícil salida.

Imagen25 e1545934891753 - La AtenciónAl realizar una proyección emocional (desde lo imaginario) sobre la apariencia, se oculta el verdadero contenido de la realidad. De esta forma, el individuo acaba aislándose en su propia creación. Mientras (en el interior) algo esperará indefinidamente, hasta que la realidad sea desvelada.

Por otro lado, podemos observar cómo, el criterio con el que se da contenido al lenguaje, surge en ocasiones de una actitud voluntarista y afectada. De esta forma, al carecer de una verdadera implicación interna y, por tanto, de la suficiente sinceridad, yerra en sus objetivos.

Desde esta falta de implicación, cuando la sabiduría recibida es aceptada  como tal, el acceso al verdadero contenido, que pretenden señalar las palabras, es inaccesible

Es bien sabido que, para poder acceder a los contenidos internos, indicados por el lenguaje, se requiere antes vaciar el cofre de las intenciones. De no hacerlo, una continua aprobación o desaprobación, impedirá acceder a la experiencia señalada.

Desde esa constante intencionalidad subyacente, la atención estará contaminada por deseos. Esto la inhabilitará para poder captar las sutilezas del lenguaje, como algo realmente nuevo y profundo.

Únicamente una atención carente de intenciones, permite una verdadera recepción de los contenidos  transmitidos.

No existirá una receptividad atenta, ni una atención sincera, mientras subyazcan intenciones de cualquier índole.

Imagen59 - La AtenciónDebemos considerar también que, la actitud de querer llevar a la práctica la conceptualización (que la imaginación personal elabora) sobre aquello que ha sido escuchado, genera, inevitablemente, una emulación de la verdad.

Esta emulación impedirá el desarrollo de cualquier cualidad genuina.  La cual únicamente acabará mostrando sus contradicciones cuando, en la práctica cotidiana y en los actos, la emulación sea confrontada.

De esta forma emuladora, surgen amores contaminados de apego, bondades interpretadas, compasiones lastimeras, convicciones supersticiosas, esfuerzos forzados, generosidades interesadas… Haciéndose así infranqueable el acceso al surgimiento de unas cualidades genuinas.

Es innegable que las verdaderas cualidades solo podrán ser el fruto de una actitud sincera, valiente y constante (en el trabajo introspectivo de la conciencia) y no la consecuencia de una ladina estrategia emocional.

La barrera de los miedos (que impiden estos cambios) es perceptible; pero en ningún caso debería legitimarse, arropándola con quejumbre y complicidad con un entorno afín, pertrechado con sus inercias y tretas.

Quienes perciban la obviedad de estos planteamientos, sabrán cuáles son sus opciones.

Bastará con insistir en la contemplación de estas obviedades, durante el tiempo necesario, para que los cambios internos comiencen a germinar.

vlcsnap 2014 07 25 12h08m22s17 e1524047919699 430x1030 - La AtenciónDespertar una verdadera alerta (capaz de permanecer atenta al engaño subyacente) será sin duda un gran recurso, que nos protegerá y nos evitará seguir huyendo (inconscientemente) del fuego purificador de la verdad. 

Una vez que se haya desarrollado en nosotros esta alerta, se mostrará con evidencia que:

¡Al emular la voluntad con voluntarismo y la valentía con valentonería, se encierra al ser en su ensimismamiento!

 ¡Al emular la paciencia con resignación acobardada y el esfuerzo con forzamiento, se daña la espontaneidad!

 ¡Al emular la felicidad con una sonrisa y la bondad con buenas intenciones, se incrementa la hipocresía! 

 ¡Al emular la sabiduría con un resabio prestado, se aumenta la vanidad y, con ello, la indefensión existencial de la conciencia!

 Emular, para conseguir beneficio en el mundo de las apariencias, llevará a la conciencia a vivir la agonía de la extinción inevitable de todo lo que existe.

Conocer estas emulaciones no aportará solución, si no se han cancelado antes las causas de la impostación.

Al conocer estas emulaciones, sin haber corregido la causa que las provoca, únicamente se consigue sofisticar aún más el ornamento de la personalidad. Lo que acabará generando nuevas emulaciones, más profundas y sutiles (imperceptibles desde la conciencia cotidiana).

Estas artificiosas escenificaciones suelen quedar cubiertas de negligencia, tras ser arropadas por la complicidad del entorno. Mientras esto sucede, el individuo, insensatamente, se mantiene a la espera de un imaginado futuro, que nunca se dará.

La fascinada expectativa de resultados (que acompaña a cada emulación) es el acicate, con el que el individuo se lanza a la resignada persecución de una meta lejana e inalcanzable. Muy pocos son conscientes de que en cada una de estas persecuciones, se recrea el modelo que regirá durante toda la vida del ser humano: 

-La expectativa constante y el temor latente.

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La alerta que se requeriría para evitar caer en este fraude existencial, suele verse sobrepasada por la astucia de estas emulaciones. Las cuales se mimetizan, perfectamente, con la idiosincrasia personal de quien las sufre.

Esta necesaria alerta (capaz de mostrarnos la evidencia del engaño) solo podrá surgir cuando el practicante sea acariciado por la naturaleza real de la interioridad sagrada del Ser. Algo que, evidentemente, solo podrá suceder, cuando se hayan adquirido las actitudes adecuadas.

El desarrollo de estas actitudes comenzará a darse, en la misma proporción en que se desarrolle la capacidad de mirar hacia aquello de lo que se está huyendo.

Descubrir esa huida (la huida del origen) es un primer paso, que permitirá poder desentrañar la enmarañada estrategia, que subyace bajo la coartada de una vigilia fraudulenta.

Cuando esta huida se muestre ante la conciencia como un acto de cobardía, será fácil comprender lo que debe ser hecho.

No obstante, sin aceptar la verdadera naturaleza del sufrimiento inherente, nada podrá suceder genuinamente.

Únicamente sintiendo y aceptando la herida interna que nos subyace, y observándola, se puede comenzar a atenderla y cuidarla, iniciando así su sanación.

Mientras se mantenga el aferramiento a esos pactos (realizados para alcanzar esa felicidad que la imaginación nos ha prometido) difícil nos será abrir este cofre, contenedor de todos los engaños.

No obstante, no olvidemos que señalar la obviedad de estos engaños, únicamente podrá ser útil a quienes sean capaces de aceptar el dolor del que huyen.

Los demás sabrán reacomodarse, para poder continuar con un eterno bucle, que es alimentado incesantemente con nuevos premios y castigos.

Marsias Yana

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